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ABC Cultural

¡Adelante con la ópera!

«¡Y ahora, adelante con la ópera!», exclamaba Groucho Marx antes de animar al público a bailar y beber en palcos y pasillos y dar paso a la más célebre y disparatada velada operística de la historia. Poco que ver, en realidad, con la que vivió ayer el Teatro Real para celebrar sus ciento cincuenta años de historia; una historia, por cierto, que daría probablemente para hacer más de una película, aunque quizás en ella no tuvieran papel los hermanos Marx… O sí, quién sabe.

Y es que la historia del Teatro Real es, en el fondo, el argumento de un melodrama, carne de celuloide en blanco y negro. Podría ser algo así: nacida en la Corte, protegida por Reyes y nobles, mimada en su infancia y su juventud, la dama vive años de pleno esplendor. Es admirada, querida, envididada, pretendida. Acude a fiestas, se deja querer. Pero los excesos y la falta de cuidados pronto minan su salud, y cae prematuramente enferma. Y lo que antes eran halagos ahora son olvidos. Pasa en silencio y en la oscuridad muchos años; quienes la recuerdan se refieren a ella como una vieja reliquia abandonada. Hasta que un día, alguien decide recuperar su pulso. Reinicia su actividad social, primero con timidez, insegura de sí misma. Pero empieza a recibir de nuevo cariño y admiración. Y tras un breve paréntesis de reclusión, vuelve a recuperar sus antiguos brillos, regresa al mundo que la vio nacer y vuelve a ser quien fue.

En realidad, esto no es más que un esbozo, un esqueleto al que, además, le falta el final, que determinará el tiempo. El Teatro Real ha cumplido (lo hizo el 19 de noviembre pasado) ciento cincuenta años. Ha estado cerrado casi medio siglo, y la mitad de su vida la ha pasado alejado de lo que fue su razón de ser, la ópera. Desde hace cuatro años, ha vuelto a la actividad y, si logra salvar las intrigas y los intereses políticos y personales que se ciernen constantemente sobre él desde que se decidió su reconversión, y que han marcado su historia reciente; si vuelve a ser sólo un teatro de ópera y sabe acomodarse al nuevo siglo, podrá ser de nuevo uno de los buque insignia de la armada cultural española. Y la película podrá tener un final feliz.

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